viernes, 4 de enero de 2008

Karl Bühler





Karl Bühler (Meckesheim, Baden, 27 de mayo de 1879 - Los Ángeles, 24 de octubre de 1963), pedagogo, psicólogo, lingüista y filósofo alemán.

En 1899 empezó a estudiar medicina en Friburgo y allí se doctoró en esa materia, pero cursó estudios paralelos de Psicología y Filosofía en Estrasburgo. Amplió los de Psicología en la Universidad de Berlin y la de Bonn. Aunque se formó en la Psicología de la Gestalt, desarrolló su propia teoría, el Funcionalismo, para explicar los procesos cognoscitivos. De 1918 a 1922 fue profesor de Filosofía y de Pedagogía en Dresde; allí se casó en 1916 con Bertha Charlotte Bühler (1893–1974), otra importante psicóloga, fundadora de la psicología del desarrollo. Entre 1922 y 1938 fue profesor de Psicología en la Universidad de Viena y en su Instituto Pedagógico, formando parte del Círculo de Viena. Sus teorías sobre la evolución intelectiva del niño inspiraron la reforma educativa en Austria. Los progresos de los nacionalsocialistas y el hostigamiento hacia él y su mujer les impulsaron a abandonar el país en 1938; estuvieron en Oslo, en Londres y finalmente marcharon en 1939 a los Estados Unidos, donde se establecieron definitivamente. Hasta 1945 Karl Bühler fue profesor en Minnesota, y después, hasta su jubilación en 1955, lo fue de Psiquiatría en la Universidad del Sur de California, en Los Ángeles, donde falleció el 24 de octubre de 1963. Tuvo importantes discípulos, entre ellos los filósofos Ludwig Wittgenstein y Karl Popper, el historiador del arte Ernst Gombrich y el antropólogo y etólogo Konrad Lorenz.


Se formó en la Psicología de la Gestalt, pero creó su propia teoría, denominada Funcionalismo. En Pedagogía fue muy influyente su obra El desarrollo espiritual del niño (traducción de Rosario Fuentes, 1934), donde establece, entre otras cosas, que el juego es un elemento fundamental para el desarrollo intelectual y cognoscitivo del hombre. Entiende el juego como "placer funcional" independientemente de la actividad llevada a cabo y de la finalidad que persiga. Este placer funcional lo presenta como el objetivo en función del cual se despliega la actividad y, simultáneamente, como el mecanismo interno que sostiene su reiteración. Distingue entre el motivo que rige los juegos funcionales del niño (el placer) y los más evolucionados del adulto. El niño pasa de los juegos sensorio motrices durante el primer año, en que experimenta y practica infatigablemente con su cuerpo, a los juegos receptivos hacia el final del primer año de vida, atendiendo a la forma y constitución de los juguetes y ejercitando la percepción; de ahí el niño pasa a los juegos imaginativos, que confieren algún significado a la acción, entre los dos y cuatro años, cuando finge ser el padre o la madre y copia los roles de los adultos; desde los cuatro años y medio pasa a los juegos constructivos; en que coloca los objetos en diversas posiciones y observa el resultado; desarrolla las capacidades prácticas y ejercita con otros la interacción social; a partir de los seis años se pasa a los juegos colectivos que facilitan la cooperación, el sentido de relación y la competencia y la cooperación.

Karl Bühler, al igual que los gestaltistas, sostenía (1913, 1929) que la construcción teórica ("organización") era una fun­ción básica de la mente humana al margen de asociaciones de las im­presiones de los sentidos u otros "átomos del pensa­miento"; igualmente, rebatía experimentalmente toda forma de "atomismo lógico" (como lo llama Russell) y de atomismo psicológico. Bühler atribuye tres componentes a la función comunicativa del lenguaje: la función expresiva, la función indicativa, estimulativa o liberadora y la función descriptiva. A éstas le añadirá Karl Popper, que fue alumno de Bühler, otra función más: la función argumentativa.

En 1918, Karl Bühler organizaba el lenguaje con una tríada de funciones, correspondientes a los tres polos de la comunicación, Kundgabe (notificación), Auslösung (suscitación) y Darstellung (representación o descripción): se habla de ELLO, se lo "describe", TÚ escucha —está suscitado–, escucha YO que habla —está notificando—, ahora el TÚ de antes se vuelve YO que habla, y TÚ, el YO de antes, escucha la respuesta sobre el tema de ELLO (indefinido, ya que puede ser un "otro" ELLO).

En su libro de 1934 Sprachtheorie. Die Darstellungsfunktion der Sprache (Jena, Fischer, traducido por Julián Marías: Teoría del lenguaje, Madrid, Revista de Occidente, 1950) Bühler proponía el modelo del organon, representación triangular del acto de habla, que derivó en tres funciones, Ausdruck (expresión), Appell (llamada o apelación), y la misma Darstellung. Se configuran así dos campos: el simbólico (de la representación conceptual) y el mostrativo, indicativo o señalativo - ámbito del hablante y el oyente ("situación" para Eugenio Coseriu), que abarca las otras dos funciones. En el campo mostrativo opera la deíxis, la forma de señalamiento o mostración que típicamente pueden realizar los pronombres. Bühler distinguió tres tipos de deíxis: demostratio ad oculos, deíxis anafórica y deixis de la fantasía (Deixis am Phantasma). La demostratio ad oculos es la deixis efectuada en el campo mostrativo en la situación del enunciado, como un tipo de referencia exofórica. Con los pronombres personales se señalan el emisor: la primera persona y el receptor: la segunda persona. Con otros pronombres se efectúan diversos señalamientos al contexto espacio-temporal creado por el acto de hablar y la participación de su emisor (acá / allá, este, acá, ahora, mío / tuyo, etc.). La deixis de la fantasía es el señalamiento a objetos no presentes en la situación de discurso. Se realiza en el plano de la memoria, o la imaginación. La deíxis anafórica es la dexis sintáctica, es decir, el señalamiento a un segmento del texto, del cual el pronombre es correferente (tiene el mismo referente que aquél); la referencia es endofórica. La anáfora puede ser anticipatoria o prospectiva, llamada también catáfora.

Roman Jakobson conocía bien la tríada de funciones del lenguaje gracias al Círculo Lingüístico de Praga, del cual el ruso era el animador principal, y donde el esquema de Bühler fue aceptado fácilmente, ya que permitía resolver unos problemas todavía controvertidos antes de que Bühler se marchara hacia los Estados Unidos, lo que ocurrió en 1939; Jakobson también salió en esa misma fecha, pasando por Dinamarca, Noruega y Suecia.


Dentro de sus obras tenemos:

1913: Die Gestaltwahrnehmungen. Experimentelle Untersuchungen zur psychologischen und ästhetischen Analyse der Raum- und Zeitanschauung, 1913, Stuttgart: Spemann

1918: Die geistige Entwicklung des Kindes, 1918, Verlag Gustav Fischer, Jena

1927: Die Krise der Psychologie, 1927, Verlag Gustav Fischer

1931: "Phonetik und Phonologie". Travaux du Cercle Linguistique de Prague, 4, 1931, S. 22 - 53

1933: Axiomatik der Sprachwissenschaften, 1933, Frankfurt: Klostermann

1933: Ausdruckstheorie, 1933, Verlag Gustav Fischer, Jena

1934: Sprachtheorie. Die Darstellungsfunktion der Sprache [Das Organon-Modell], 1934, Verlag von Gustav Fischer, Jena

1936: Die Zukunft der Psychologie und die Schule (Schriften des pädagogischen Instituts der Stadt Wien), 1936, Deutscher Verlag für Jugend und Volk Gesellschaft M.B.H., Wien - Leipzig

1963: Das Gestaltprinzip im Leben des Menschen und der Tiere, 1963, Verlag Hans Huber, Bern

1990: Aspekte des Leib-Seele-Problems, 1990, Verlag Dr. Johannes Königshausen, Würzburg




Vía: Wikipedia aeiou dasrotewien

jueves, 3 de enero de 2008

Johann Bernhard Basedow

Johann Bernhard Basedow (Hamburgo, 11 de septiembre de 1723 - Magdeburgo, 25 de julio de 1790). Pedagogo alemán fundador del Philantropinum de Dessau, revalorizó el realismo educativo de Comenio y originó la reforma de la escuela en su país.

Asistió al gimnasio de Hamburgo (Johanneum) y estudió Teología en Leipzig. Pero tenía poco interés por las clases y se dedicó a estudiar por su cuenta, leyendo numerosas obras, entre las que merecen recordarse las de Crusius, Wolff y Reimarus, que despertaron en él su separación de la ortodoxia. Preceptor en el hogar del consejero áulico de Qualen (en Holstein), sus éxitos al cabo de tres años determinaron su vocación pedagógica inmersa en ideales filantrópicos. Sus ideas sobre la educación, que consideraba como un nuevo método las publicó y le valieron el título de magister en la Universidad de Kiel. Después fue profesor de Filosofía y Elocuencia en la Academia danesa de Soore y en el gimnasio de Altona. En 1770 publicó el Libro metódico para padres y madres de familia y países. En 1774 se edita la Obra elemental. El Philantropinum fue inaugurado en el mismo año. Era una especie de internado para clases pudientes, en el que se educaba también a niños pobres para que llegaran a ser pedagogos. Allí tuvo colaboradores tan valiosos como Wolke, Salzman y Campe, pero las peleas que les enfrentaron, a causa del repetido estado de embriaguez de Basedow y sus modales ofensivos, determinaron que, tras alcanzar gran fama en toda Europa (contó con el aplauso de Kant y de Goethe), se cerrara en 1793. Basedow lo abandonó en 1778.


En las Reflexiones a los amigos de la Humanidad y hombres poderosos sobre las escuelas, los estudios y su influencia en el público bienestar, publicadas en 1768, ya encontramos una de sus ideas fundamentales: la escuela neutra. En el Método nuevo de educación, había señalado la necesidad de una enseñanza realista y concretaba que el juego y la conversación debían ser los únicos métodos didácticos, por lo menos hasta los diez años de edad. Pero es en su Elementarwerk donde encontramos el conjunto de sus ideas pedagógicas. Se trata de una vasta enciclopedia en la que en primer lugar bosqueja un sistema de educación ideal, que sitúa en el imaginario país de Aletina. A continuación vuelve a insistir en la necesidad de una neutralidad religiosa en la enseñanza. Destaca el mayor valor que tiene la educación sobre la instrucción. Concede a los ejercicios físicos y trabajos manuales una gran importancia, debiendo ocupar gran parte de la jornada escolar. Las ciencias y los idiomas deben tener un carácter práctico. El latín puede interesar como lengua hablada, como un posible medio de entenderse los europeos. La gramática y la retórica no sirven, aunque las conserva entre sus enseñanzas porque algunos autores clásicos tienen «cosas útiles». La historia se tendrá en cuenta en tanto que sirva para ejemplarizar preceptos morales. Son muy interesantes el dibujo, la pintura, la música, la danza y las visitas a fábricas y talleres.


Este plan de educación fue el que puso en práctica en el Philantropinum, al mismo tiempo que se preocupaba sobremanera respecto a la disciplina, guardada mediante un sistema especial de premios y sin existencia de castigos.


Locke, Comenio, Rollin, Rousseau y La Challotais son la fuente de casi todas sus ideas pedagógicas. Lo original en Basedow es, principalmente, la armónica fusión de aquellas doctrinas en una teoría educativa supeditada a lograr lo útil. Su aportación decisiva es el intento de hacer atractiva y universal la enseñanza, así como la importancia que da a la formación de los maestros. Sostuvo una educación religiosa difusa, apoyada en un vago deísmo y en una moral natural. Creía en una bondad natural del hombre, pero, contrariamente a Rousseau, defendió la intervención del educador en la formación del niño.

lunes, 31 de diciembre de 2007

Anton Makarenko

Anton Makarenko

Antón Semiónovich Makarenko (en ruso Антон Семенович Макаренко), nacido el 13 de marzo de 1888 (1 de marzo en el calendario juliano en Belopole (Óblast de Sumy, Ucrania), muerto el 1 de abril de 1939 en Moscú, fue un pedagogo ucraniano. Tras el triunfo de la revolución rusa fundó las casas cooperativas para huérfanos de la guerra civil, destacando la Colonia Gorki; más tarde fundó, bajo los auspicios de Stalin, el municipio de Dzerjinski.

Makarenko escribió numerosas obras de las que destaca El Poema pedagógico (Педагогическая поэма), que no es sino una historia de la colonia Gorki. Fue un libro muy popular en la URSS.

Este pedagogo soviético nació el 1 de marzo de 1888 en la ciudad de Bielopolie de la provincia de Jarkov, en aquellos años capital de Ucrania. Su padre Semión Grigorievich era un obrero pintor. Antes de pasar a vivir a Bielopolie trabajó en Kriukov, donde contrajo matrimonio con Tatiana Mijailovna Dergachova, hija de un soldado que había servido 25 años en el ejército zarista.

A diferencia de su esposo, un tanto reservado y poco comunicativo, su madre era una mujer optimista y alegre. Magnífica narradora, con un gran sentido del humor, mantenía en la familia la atmósfera de optimismo vital, que Makarenko llama con tanto acierto en sus libros tono mayor.

Era el segundo hijo en la familia, un niño muy débil y enfermizo, aunque se desarrollaba normalmente. A los cinco años ya sabía leer, y comenzó a leer mucho y con avidez, porque ya en aquellos años se manifestaron en él un carácter observador poco común, el deseo de calar hasta las causas originarias de cada fenómeno.

En 1895, a los siete años ingresó en la escuela. Haciéndole al párvulo las últimas advertencias, el padre, viejo obrero, le dijo: Las escuelas urbanas no las han hecho para nosotros, así es que, demuéstrales lo que vales.

En 1900 se abrieron en Kriukov, unos grandes talleres ferroviarios, a los que fue trasladado su padre, donde le hicieron oficial pintor y, al poco tiempo, contramaestre del taller de pintura. Kriukov, con una población de 10.000 habitantes era un suburbio de la importante ciudad industrial de Kremenchug, situada a orillas del río Dniéper.

Su hijo ingresó en la escuela urbana de Kremenchug, donde se estudiaba seis años. El programa docente de la escuela era muy completo, pero los alumnos no podían matricularse en los grados superiores del instituto.

Makarenko siguió estudiando con brillantez. Su erudición y conocimientos de los clásicos rusos y extranjeros eran asombrosos para un chico de su edad. Conocía con profundidad filosofía, astronomía y las ciencias naturales.

En 1904, a la edad de dieciséis años, terminó el instituto con sobresaliente en todas las asignaturas y luego ingresó en unos cursos pedagógicos de un año que preparaban maestros para las clases de párvulos.

En la primavera de 1905 Makarenko terminó el cursillo de un año y el otoño del mismo año empezó a trabajar como maestro en la escuela ferroviaria primaria, enclavada en el recinto de los talleres ferroviarios, donde trabajaba su padre.

Era un extraordinario profesor. Tenía muchos conocimientos, sabía transmitirlos con maestría; enseñaba a pensar y a razonar y, sin embargo, no se hizo un buen educador rápidamente, le costó grandes preocupaciones el error cometido cuando ya ejercía el tercer año. Haciendo el balance de uno de los trimestres, decidió hacer un experimento. Calculó a cada discípulo la puntuación media y, en correspondencia con la escala obtenida, distribuyó los puestos del primero al último. La hoja de notas con el 37 y último la recibió un chico que, como se supo después, no iba atrasado por perezoso, sino porque estaba muy enfermo de tuberculosis. La amargura del pequeño fue tan grande, que hasta su dolencia se le agravó.

Este caso conmocionó a Makarenko. El joven pedagogo descubrió con evidencia implacable que para educar no sólo hacía falta enseñar, sino también comprender la originalidad de cada discípulo, tener en cuenta sus particularidades individuales. La metodología del trabajo educativo no puede reducirse a la metodología de la enseñanza: la primera es una rama especial de la ciencia pedagógica que tiene su objeto y sus leyes.

En la formación espiritual del novel pedagogo influyeron mucho los agitados acontecimientos políticos de aquellos años. La revolución de 1905 retumbó como un eco temible en todos los rincones de Rusia, excitando las mentes, despertando la conciencia y llamando a la lucha contra la autocracia zarista.

En Kriukov, Makarenko y sus amigos de la escuela, estaban suscritos al periódico legal bolchevique Novaia Zin (Nueva Vida). Paulatinamente se fue formándose un círculo de representantes de la intelectualidad local que por las tardes se reunía en el domicilio de uno de ellos, discutían sobre temas diversos, incluidos los políticos, y cantaban himnos revolucionarios.

En 1911, Makarenko fue destinado a un nuevo centro de trabajo como inspector de la escuela ferroviaria de la estación de Dolinskaia. En el léxico pedagógico de entonces, inspeccionar significaba tanto como dirigir y Makarenko dio a sus nuevas responsabilidades un carácter creador. En sus clases sabía combinar lo cognoscitivo con lo emocional, sabia ocupar el tiempo libre de sus educandos con pequeñas distracciones: hacía funciones teatrales, organizaba veladas de máscaras y juegos diversos. Las medidas educadoras de Makarenko asombraban ya entonces por su envergadura. Por ejemplo, para el centenario de la expulsión del ejército napoleónico de la tierra rusa, preparó un espectáculo teatral, que no sólo extasió a la chiquillería del poblado, sino también a los adultos. Toda la noche ardieron en la estepa las llamas de los barriles de alquitrán, hasta el amanecer tronó el cañoneo y se oyeron los gritos de victoria.

De estatura un poco mayor que mediana, delgado y esbelto, con una cabeza desproporcionadamente grande, rapada a lo cepillo, rostro con rasgos acusados, en el que sobresalía una prominente nariz, siempre con binoculares, tras los cuales, cautivando por su inteligencia, brillaban unos ojos grises semientornados, tal es como hacen sus contemporáneos el retrato del joven Makarenko. A este retrato añaden detalles como una cultura exhaustiva, saber gastar y apreciar una broma, una fidelidad a toda prueba y gran capacidad de comunicación.

En Dolinskaia, como antes en Kriukov, Makarenko encabezó un círculo revolucionario y educativo. Además de los intelectuales, pertenecían también al círculo unos cuantos obreros ferroviarios, que se reunían los domingos en un lugar boscoso próximo a la estación. Hablando en estas reuniones, Makarenko condenaba apasionado a la autocracia, hablaba de la necesidad de realizar transformaciones revolucionarias, de la libertad y de la democracia.

En 1914 se abrió en Poltava el Instituto Pedagógico, que preparaba maestros para las escuelas de segunda enseñanza. Makarenko, a quien nunca abandonaba la pasión por el estudio, envió inmediatamente a Poltava su solicitud y, aprobando brillantemente los exámenes de ingreso, se matriculó como estudiante.

Ingresaba en el instituto siendo ya un hombre maduro, tenía ya 26 años, y empezó en el acto a estudiar profunda y sistemáticamente la pedagogía y la literatura histórica y filosófica. En 1917 Makarenko terminó el primer curso con medalla de oro y pudo ocupar cargos de dirección en las escuelas de segunda enseñanza.

Una nueva etapa en la vida de Makarenko, como en la de millones de personas, comenzó con la Revolución de Octubre. Ante los ojos de la humanidad estupefacta se realizó lo que todos los intelectuales rusos soñaron durante muchos años. Con la sociedad, las personas comenzaron a transformar también su propia sicología, limpiaron su conciencia de la servil fe en la omnipotencia de la riqueza personal, se desembarazaron del miedo por el mañana, la confianza y la ayuda recíprocas se convirtieron en garantía de los futuros logros comunes.

A comienzos de 1918, Makarenko regresó a la misma escuela en la que hacía trece años había empezado su labor pedagógica. La escuela ferroviaria de Kriukov había sido transformada en escuela de segunda enseñanza, nombrándosele director de ella a Makarenko. Pero los imperialistas habían desatado la guerra civil contra los soviets y en el lugar donde trabajaba estaban presentes las bandas contrarrevolucionarias y los ocupantes alemanes. Sólo en las postrimerías de 1919 el Ejército Rojo liberó definitivamente Kremenchug y Kriukov y a comienzos de 1920 el poder soviético pudo establecerse en toda Ucrania.

En agosto de 1919 Makarenko se trasladó a Poltava, donde se hizo cargo de la dirección de la escuela primaria. Al año siguiente, a causa de la falta de locales, en la escuela que dirigía Makarenko se alojó la sección provincial de economía nacional. La primera mitad del día trabajaban en la escuela los funcionarios de este departamento y, en la segunda mitad, acudían los niños. Estudiar, y mucho menos hacer experimentos creadores en aquellas condiciones, era muy difícil.

Una colonia para delincuentes juveniles En septiembre de 1920 propusieron a Makarenko dirigir una colonia para delincuentes juveniles recién formada, a lo que él accedió en el acto. El comienzo de su labor en la colonia fue increíblemente difícil. Cinco edificios cuadrados de ladrillo le recibieron con un vacío total. En las habitaciones no había absolutamente nada: ventanas, puertas y estufas, todo lo habían arrancado, hasta el último arbolito. Al cabo de dos meses, cuando uno de los edificios se había rehabilitado como buenamente se pudo, llegaron a la colonia los primeros seis educandos, muchachos de 16 a 17 años, delincuentes sociales que, aunque no ofendían a los pedagogos, simplemente, no reparaban siquiera en su presencia. Uno de estos primeros educandos no tardó en realizar un atraco con asesinato y fue detenido en la propia colonia.

Sin saber qué hacer, cómo abordar a los educandos, Makarenko y sus pocos auxiliares recurrieron a los libros de pedagogía, pero la teoría pedagógica respondía a las preguntas apremiantes de la vida práctica con un silencio de ultratumba. Vio entonces claro que no necesitaba fórmulas librescas que, de todas las maneras, no podría adaptar a aquella situación, sino un análisis propio y concreto.

El educando Zadorov dio el motivo para que Makarenko emprendiera su última tentativa desesperada de hacerse con la situación. En respuesta a la invitación del director de que fuese a cortar leña, el joven contestó con despreocupación:

-¡Ve a cortarla tú mismo: sois muchos aquí!

-Era la vez que me tuteaban, dice Makarenko en Poema pedagógico. Colérico y ofendido, llevado a la desesperación y al frenesí por todos los meses precedentes, me lancé sobre Zadorov. Le abofeteé. Le abofeteé con tanta fuerza, que vaciló y fue a caer contra la estufa. Le golpeé por segunda vez y agarrándole por el cuello y levantándole, le pegue una vez más.

Esto fue, naturalmente, una salida violenta a las emociones, desde el punto de vista de muchos teóricos, un absurdo pedagógico. Pero el caso es que el influjo emocional, precisamente, venció la indiferencia y el descaro del quinteto de colonos. Comprendieron que para devolverles una fisonomía humana, el educador se había jugado a una carta lo último, la propia vida, que era lo único que le quedaba por jugarse.

Cogidos de improviso por esta explosión, los colonos reaccionaron tal y como se podía esperar de gentes salidas del mundo de la delincuencia: cedieron a la fuerza sin experimentar humillación. Esta fue una especie de victoria general, del educador y de los educandos, pero una victoria que aún necesitaba afianzarse, exigiéndose para ellos medidas de otra naturaleza. Pero ¿cuáles?

El gravísimo caso ocurrido con Zadorov persuadió definitivamente a Makarenko de que con procedimientos semejantes, así como por el método de influencia sucesiva, sobre uno o sobre otro colono, no conseguiría nada. Pero si este método no valía y no había otro, ¿qué hacer, entonces? La respuesta se imponía por sí misma: él mismo debía crear nuevos métodos de educación, crearlos allí, en la colonia, con aquel grupo de delincuentes juveniles.

Los contornos de la nueva metodología de educación ya se adivinaban en la experiencia del propio Makarenko y en la de los pedagogos de otros establecimientos. Para educar a todos a la vez, y no a cada uno por separado, hay que tener la perspectiva necesaria, igualmente comprensible para todos. Así podría ser levantada la economía de la colonia y satisfacer plenamente las demandas más apremiantes materiales y culturales de los colonos. Debería organizarse la vida de tal manera que los propios colonos fueran los que respondieran por todo: por los edificios, por el plan de producción, por la distribución de los ingresos, por la disciplina... Ellos mismos deberían educarse unos a otros, exigir, subordinarse, respetarse, merecer la estima, preocuparse y ayudarse mutuamente.

La colonia no es una suma mecánica de individuos, sino que es un complejo social único, de la pertenencia al cual se enorgullecen en igual medida tanto los educandos como los educadores: es lo que se llama colectividad.

Las primeras soluciones teóricas fueron respaldadas por los hechos. En primer lugar, se emprendió la ofensiva contra la necesidad. Para marzo de 1921 en la colonia había hasta 30 jóvenes, en su mayoría vagabundos cubiertos de harapos, hambrientos y sarnosos. Makarenko sabía que, espoleados por el hambre, sus pupilos, bajo diversos pretextos, iban regularmente a la ciudad, haciendo de las suyas. Pero comprendiendo que en los primeros momentos hubiera sido imposible prohibir este procedimiento de llenar el estómago, no preguntaba a los colonos sobre la verdadera procedencia de los saqueos. Para terminar de una vez con el robo se exigía una determinada situación pedagógica y Makarenko aguardaba el momento propicio.

Entre tanto, comenzaron también los robos en la colonia. Desapareció del cajón de la mesa de Makarenko el dinero que constituía el sueldo de seis meses de todos los educadores. En la reunión general, rogó devolver el dinero porque le podían acusar de malversación. Después de la reunión, dos educandos le comunicaron en secreto que ellos sabían quién había cogido el dinero, pero que no le denunciarían, que probarían a convencerle por las buenas. Por la mañana, el dinero apareció tirado en la cuadra.

Dos días después, alguien descerrajó la puerta de la despensa y se llevó todas las reservas de comestibles guardadas para la fiesta y unas cuantas latas de lubricante para los rodamientos. Los colonos no comprendían que les robaran a ellos. Con muchas dificultades a causa del racionamiento, los educandos lograron suministros de tocino y hasta caramelos, y los guardaron en la despensa de la colonia. Pero aquella misma noche todo desapareció de nuevo.

Makarenko casi se alegró de este nuevo hurto, suponiendo, que ahora los colonos se lanzarían contra los ladrones. Pero otra vez se equivocó: si bien es verdad que los jóvenes se apenaron, no se sumaron a la indignación de los pedagogos.

Ya se robaba a diario. Makarenko probó a hacer guardia por las noches, pero no aguantó más de tres noches. Observando la lucha del director y compadeciéndose de él a escondidas, los jóvenes colonos empezaron a decir que estaban dispuestos a contratar guardas. Makarenko repuso tranquilo: A los guardas hay que pagarles, y nosotros ya somos bastante pobres, pero lo principal es que vosotros debéis ser aquí los amos.

Por fin encontraron al ladrón. Era Burun, uno de los primeros seis colonos. Quedaba claro que todos los esfuerzos anteriores para orientar la conciencia de los educandos hacia los intereses comunes, no habían sido baldíos. Cuando Burun dijo a sus compañeros colonos que ellos no eran quiénes para juzgarle, la opinión social apareció por fin:

-¡¿Cómo, muchachos?!, y Kostya Vetkovski saltó de su asiento. ¡¿Tenemos que ver con eso nosotros o no?!

-¡Tenemos que ver!, apoyó a Kostya toda la colonia.

Había llegado, por fin, el momento favorable. Obtenida la primera victoria, Makarenko siguió desarrollando nuevas reservas de su innovadora pedagogía. Su idea principal era lograr un viraje decisivo en la batalla, conseguir que la noción nuestro se adueñara definitivamente de la conciencia de los colonos y se convirtiera en el punto de partida de todo el trabajo educativo posterior.

Bajo la influencia de los razonamientos persuasivos de Makarenko, los educandos llegaron a interesarse por la economía de la colonia, emprendiendo el trabajo en sus campos, huertas y en el jardín frutal. Ampliando la imaginación que tenían del nuestro, los colonos pusieron bajo su protección el bosque estatal adyacente a sus posesiones, colocaron guardas en el camino, donde cada noche se cometían robos y asesinatos, y se lanzaron a una ofensiva contra los kulaks locales y los aguardenteros furtivos.

El trabajo instructivo, especialmente la lectura, desempeñó un enorme papel en la transformación de la conciencia de los colonos. Se leía mucho a la luz de los quinqués y se organizaban lecturas colectivas en los dormitorios, en particular de Gorki. A los muchachos les asombraban más que nada sus novelas autobiográficas:

-Entonces, resulta que Gorki es como nosotros? ¡Eso sí que es formidable!

La vida de Máximo Gorki -escribe Makarenko en Poema pedagógico- pasó a formar parte de nuestra vida. Algunos de sus episodios llegaron a ser entre nosotros elementos de comparación, fundamentos para los motes, pancartas para las disputas, escalas para la medición de los valores humanos.